LA PRINCESA MARIPOSA
Para Elena, de su madre.
Había
una vez una linda princesita llamada Elena, que vivía con sus papas y su
hermanita Laura en un palacio, y a la que le gustaban mucho los animales, sobre
todo las maripositas, jugaba con los animalitos y los cuidaba y protegía.
La reina envolvió a la niña en un manto de
seda y la transformó en mariposa. Acto seguido escapó de su prisión y llegó al
palacio de sus padres, apenas rayaba el día.
Le contó como había escapado de la bruja y
que si quería verla de nuevo en su forma original debería subir al Cerro de los
Peligros, a la Cueva
de las Maravillas y contarle cosas que la hicieran desear volver a ser una
niña. Pues por otro lado el Hada Tiniebla intentaría convencerla para
convertirse en una mariposa como ella.
Voló hacia la Cueva de las Maravillas,
hacía mucho viento pero en el camino la ayudaron a llegar una bandada de
pájaros a los que ella había ayudado antes muchas veces.
Escogió un rincón y comenzó la
trasformación. El hada Tiniebla estuvo tentando a la princesita con lo
maravilloso que sería transformarse en un ser bello, etéreo y poderoso como
ella, y asustándola con la posibilidad de que si ella no se quería transformar
y su madre no llegara o desistiese de
recuperarla, si esto ocurriese moriría. Pero la princesita aguantó con la
seguridad de que su madre llegaría y sabiendo que la quería.
Y antes de los 3 días y tras pasar algunas calamidades y
peligros, tales como perder una parte de
las provisiones, su madre llegó a la cueva, muy al pesar de Tiniebla, quien no
había sido ajena a alguna de estas trampas.
Y
la madre esperó y esperó, hablándola de cuanto la quería, de cuando era
pequeña, de lo bonito que es crecer, y otras veces con su ternura y su silencio
plagado de amor.
Se acabaron las provisiones, pero aún así
esperó y aguantó gracias al agua de un manantial cercano y no fue en vano, un
par de días después la crisálida comenzó a moverse, a quebrarse, y por fin
salió Elena, con dos enormes alas, húmedas todavía. Aún y así, su madre fue
hacia ella y le dijo lo mucho que la quería y que la aceptaba así, tuviera el
aspecto que tuviera. Y que la protegería de quien hiciera falta.
Madre e hija comenzaron el regreso a su hogar después de un
peligroso descenso por la escarpada ladera del monte.
Juntas divisaron el castillo a lo lejos,
lo que les dio renovadas fuerzas para llegar.
A su llegada, al amanecer, la mañana de
mayo y los animalillos del bosque las recibieron con alegría.
Luego, cuando llegaron a casa, las estaban esperando el papá y la hermanita, y todos aquellos que las querían, y todos fueron felices para siempre. Unidos por la certeza de que el amor lo vence todo.
FIN
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